DESCRIPCIÓN DEL ITINERARIO
Comenzamos la ruta en Colunga, justo en el centro del pueblo, donde tomamos un camino que nos saca rápidamente del núcleo urbano para adentrarnos en el paisaje rural característico del oriente asturiano. Desde el inicio, el camino transcurre entre fincas, pequeñas casas y senderos flanqueados por muros de piedra y vegetación espesa. A medida que avanzamos, empezamos a notar la cercanía del mar por el olor a salitre y las corrientes de aire fresco que bajan desde la costa.
Tras unos 3 kilómetros, alcanzamos la Playa de Lastres, un rincón escondido y de belleza agreste. No se trata de una playa de fácil acceso, y eso la mantiene en un estado bastante salvaje. Bajamos hacia ella por un sendero que desciende entre arbustos y helechos, y aprovechamos para hacer una breve parada y contemplar las olas rompiendo con fuerza. La ruta continúa en dirección al pueblo de Lastres, al que accedemos por la parte baja, subiendo luego por sus empinadas calles de piedra.
A medida que ascendemos, vamos encontrando algunos puntos de interés como la Capilla del Buen Suceso, a unos 4 km del inicio, y poco después llegamos al Mirador de San Roque, en el kilómetro 4.6, donde el esfuerzo de la subida se ve recompensado con una de las vistas más espectaculares de toda la ruta. Desde aquí se domina toda la villa marinera, los acantilados que se extienden hacia el este y, al fondo, los perfiles escarpados del Sueve y los Picos de Europa.
Dejamos Lastres por su parte alta y tomamos un camino más tranquilo que se aleja de la costa, adentrándonos en zonas rurales de paso como Santa Mera y más adelante Villar. Este tramo de la ruta es más pausado y discurre entre suaves colinas, caminos de tierra y asfalto, y alguna pista agrícola. La pendiente es variable, con algunas subidas cortas, pero sin grandes exigencias técnicas. La vegetación abunda: avellanos, robles, castaños, y tramos de bosque mixto en los que se agradece la sombra.
En torno al kilómetro 15.4, llegamos a la Ermita de San Andrés, un punto de referencia más que nos indica que nos vamos acercando al final de la ruta. Desde aquí, se inicia un tramo de descenso suave que nos lleva de nuevo hacia la costa. Se suceden zonas de pradera, caminos estrechos y un par de cruces de carretera que hay que sortear con precaución. Poco a poco, el sonido del mar vuelve a hacerse presente, y también se empiezan a ver dunas, eucaliptos y la vegetación típica de las zonas litorales.
Finalmente, tras unos 18-19 kilómetros de recorrido total, alcanzamos la Playa de Rodiles, uno de los arenales más amplios y conocidos del litoral asturiano. El entorno es espectacular: el estuario de la ría de Villaviciosa a un lado, el mar Cantábrico al otro, y una extensa franja de arena flanqueada por un pinar. Es el lugar ideal para terminar la jornada, descalzarse las botas, y si el tiempo acompaña, refrescarse los pies en el agua o simplemente tumbarse en la arena a descansar tras una caminata exigente pero enormemente gratificante.