La paciencia e insistencia de las aguas del río Raigosu han ido abriendo poco a poco esta brecha a los pies de Peña Mea, atravesando tanto las rocas calizas como las silíceas, y dejando todo un reguero de cañones y cascadas a lo largo del camino que discurre junto al río.
Fruto de esta alternancia de rocas, la vegetación cambia y se adapta a ellas, encontrando una buena riqueza florística durante todo el recorrido que sin duda culmina con los bosquetes de acebos de la parte superior de la ruta. Pero no por ello podemos olvidarnos de las masas de avellanos.
Abandonarse a la soledad de este camino, entre árboles, rocas y el rumor continuo del agua, unas veces más cercano y otras más alejado, entre rosales silvestres, espinos blancos, carbayos… acompañados por los trinos de petirrojos y chochines mientras poco a poco vamos ganando altura para ir descubriendo pequeñas cabañas, antiguas minas de carbón o rebaños de cabras, es posible en esta caminata hacia el cielo de este valle.