Un bosque húmedo y umbrío, invadido de musgos y helechos abraza el sinuoso y estrecho cauce del río Merón en su lento fluir hacia su desembocadura en el mar. Inmejorable escenario para un paseo cómodo y delicioso que permite descubrir los vestigios de un interesante legado de hasta 15 molinos hidráulicos que explican la importancia que este discreto curso fluvial tuvo en el pasado.
La ruta parte del paraje de Puente Robléu, en la propia carretera de entrada(VV-4). Nos adentramos en la senda bordeando un chalet construido a orillas del río y encontramos un puente de madera que nos da acceso a la margen derecha del cauce, por la que nos dirigimos a un bonito bosque de ribera que nos desviará de nuevo hacia la orilla del río. A partir de aquí la ruta ya no se apartará de los márgenes del curso fluvial, aunque irá cambiando orilla hasta en 18 ocasiones, 6 de ellas a través de rústicos puentes o sorteando las piedras.
Todavía en la primera parte del recorrido alcanzaremos el primer molino, el de Modesto el Tánganu, en avanzado estado de deterioro. Pasando entre sus ruinas y el río, la ruta accede a un camino más ancho que nos llevará hasta el siguiente molino, al que se accede por un puente. Es el molín Laturiellu del año 1787, restaurado 200 años más tarde, en 1987.
El siguiente tramo discurre por el camino de El Caleyo, que se abandona poco más adelante para continuar por la margen izquierda, donde encontramos el molín del Perote, que conserva parte de su maquinaria. Avanzando siempre a la sombra de un umbrío bosque de ribera entre alisos, arces, avellanos, helechos y musgos que reflejan la elevada humedad del ambiente, se salva el curso fluvial por una gran losa de piedra. A continuación se abandona el sendero por la derecha para continuar en dirección al molín del Requexáu, que se conserva en buen estado y mantiene la canal limpia. Fue el último que molió en el río Merón. Aquí cruzamos el río atravesando un puente de piedra y continuamos nuestro paseo por la margen derecha dejando en la margen izquierda los restos del molín del Campo.
En el siguiente tramo la ruta corta el antiguo Camino Real y cruzando el río accedemos al molín del Ferbeyón, famoso en sus tiempos por ser el que mejor molía. Volviendo a la orilla derecha, avanzamos hasta el molín de Cerilo, de dos plantas y corredor mirando al sur que contaba con molinero que trabajaba por el sistema de maquila. Este molino disponía de una espectacular presa. Volvemos a la orilla izquierda y alcazaremos el siguiente hito en el entorno de una pomarada abandonada, es el molín de la Carbonera, también de dos plantas y con vivienda.
En el siguiente tramo se vuelve a vadear el río en dos ocasiones antes de salir a la pradera donde encontramos el molín del Vayu, restaurado como vivienda. En esta pradera encontramos el camino que unía Careñes y Argüeru, que dejamos atrás para adentrarnos en un sector del valle con grandes eucaliptos, donde se encuentra el molín de Posada, que conserva una inscripción del año de su reedificación 1839. El siguiente cambio de orilla nos lleva a las ruinas del molín Nuevo y, poco más adelante, al molín de La Peña, que se localizaba al pie del mayor salto de agua del río Merón. Para poder verlo hay que desviarse de la senda marcada y continuar el camino sin cruzar el río, para luego volver a retomarla.
De los últimos molinos apenas quedan restos más allá de la tradición oral. Continuamos la ruta hasta cruzar un puente de piedra que nos llevará a la carretera de bajada a la playa o podemos continuar por la orilla izquierda hasta alcanzar el puente de madera que nos llevará hasta la misma playa Merón. El final de nuestro paseo, arenal paradisiaco o innacesible pedreru, la mar es quien decide.